De todos es sabido el auge de la ginebra en los últimos tiempos, especialmente desde 2012 en plena crisis, el número de ginebras que han aparecido en el mercado ha sido numeroso, y no ha parado de crecer. Pero ¿son ginebras de calidad o estrategias de marketing de empresarios con ganas de notoriedad en el mercado de los espirituosos?. Además ha surgido una competencia entre provincias por disputarse el “honor” de ser las que más ginebras tienen con su bandera en el mercado.
Pero este no es solo un fenómeno nacional, fuera de España, el “boom” empieza a nacer y países como Alemania, Bélgica o Reino Unido comienzan a cultivar, como si fueran champiñones, sus propias ginebras patrias para satisfacer el creciente y hambriento mercado de deseosos consumidores ávidos de nuevos productos y experiencias. Y tras todo este auge, nos encontramos pequeñas micro destilerías que compiten en este feroz mercado son los denominados, “artesanos destiladores” o como mejor les gusta que les llamen a ellos, “Craft Distillers”, que aman y sienten como un estilo de vida, el destilar artesanalmente ginebras de calidad.
En Madrid, desde mucho antes de la crisis y del “boom” de la ginebra, ya teníamos artesanos que trabajan los destilados con calidad y cuidando la materia prima empleada. Es el caso de Alambique de Santa Marta, que desde 1999, llevan elaborando productos de calidad, licores que han sabido encajar en el difícil hueco de los lineales de bebidas alcohólicas de las tiendas especializadas, hasta lanzar en 2014 su ginebra Ginbear, la primera ginebra artesana de Madrid destilada en alambique tradicional de cobre. Más tarde se sumaron al mercado madrileño nuevas ginebras como Santamanía, con una destilería urbana en Las Rozas, Gin Monti en el municipio de Los Molinos, (en plena Sierra de Madrid), la ginebra Castilian en 2016 y Terrum Gin en 2017, que pasa a destilarse en la Comunidad de Madrid, tras su salida al mercado en 2015 desde la Destilería Casa da Ponte en Galicia.
Ginebras artesanales que reivindican a gritos, la calidad de su producto y su forma de elaborarse. En lotes pequeños, en alambique de cobre, formas tradicionales y de antaño que generan historias que contar. Por eso, han creado su propia guerra para llegar a más consumidores, dejando a un lado los bares más sofisticados de la capital, para centrarse en mercadillos trendy, popup stores y eventos vintage fuera del circuito comercial de las grandes marcas.
Ahora, la realidad es clara. Fuera de modas y tendencias, el consumidor decide.