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Head Bartender El Patio de Mi Casa. Tenerife
En México, la muerte se llora pero también se celebra. Cada noviembre, los que se fueron regresan, guiados por el aroma del cempasúchil y el brillo de las velas. Es el Día de los Muertos, un tiempo donde los recuerdos se sientan a la mesa y se brinda por los que están y sobretodo por los que no. Pero siempre con mezcal.
De la tierra donde descansan los ancestros nace el maguey, paciente y sabio, que aprende del sol, del viento y del susurro del jimador que lo cuida y protege. Al madurar, se transforma en mezcal, un destilado que no solo se bebe, se vive. Quizás si prestas atención puedes escuchar muchas historias de la tierra, de lo que el viento trajo y lo que se llevó. El Aliento del Maguey surge de esa conexión entre historia, tierra y fuego.
Nuestra copa descansa dentro de una caja de madera, custodiada por flores frescas y la máscara de catrina, mientras el humo con aroma a tabaco habano llena la sala como si fuera un pequeño gran truco de magia, creando un instante de ritual y misterio antes de su revelación.
Dentro, el mezcal Le Tribute, mezcal de agave cenizo silvestre de Durango se combina con licor de cempasúchil casero y sirope de mango picante de 1883 Maison Routin, al que añadimos una pizca de flor de sal de las salinas de La Caleta de Interián
y se corona con la soda de pomelo Le Tribute. Al abrir la caja, el humo se eleva, liberando aromas que evocan tierra, fuego y flores, y mucha historia, mientras la copa se revela como una ofrenda viva ante quien la recibe.
El primer suspiro de aromas despierta los sentidos, y el primer sorbo despierta el espíritu: cálido, profundo, como un recuerdo que regresa al pecho. La experiencia no se limita a probar; se siente, se recibe y se honra.
El Aliento del Maguey no es solo un cóctel,es un puente entre mundos, un acto de memoria y celebración, una ofrenda que invita a brindar por lo que fue, por lo que permanece y por lo que siempre regresa.
 
															 
            


