¿Qué sería de nosotros sin nuestros queridos bares?
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Todas esas conversaciones que no se pueden tener mas que en el «bar de siempre». Esos partidos con los nervios a flor de piel; porque muchos de nosotros vimos a España ganar el mundial en un bar y, eso, lo hizo aún más emocionante. Esas miradas de complicidad, sobre todo, cuando sólo queda la última croqueta, y haces como que no, pero te la acabas comiendo tú, y te limpias la boca con disimulo con una de esas servilletas que no siempre cumplen su función…
Los bares en los que dijimos «hoy no me puedo liar» y acabamos liándonos. Y, no nos engañemos, esos siempre son los mejores planes, pero, no te preocupes, guardaremos tu secreto. Los bares en los que te está esperando una Coca-Cola bien fría después de ir a entrenar. Esa que sabe verdaderamente a gloria.
El ritual de los jueves por la tarde o del aperitivo del domingo; el bar de darlo todo y el de tomar algo tranquilamente con los de siempre; el bar de la playa, el de la sierra o el de tu barrio. Porque, sinceramente, eso de que «todos los caminos llevan a Roma», debería ser más bien «todos los caminos llevan a un bar». Y es que son los bares, esos compañeros de vida que están ahí vayas donde vayas y que, muchas veces, damos por hecho. Pero, ¡qué necesarios son!
Y, lo más importante de todo, su gente. Porque cuando vamos a un bar, no sólo queremos ver a nuestros amigos, también queremos verlos a ellos. Preguntar «¿Todo en orden?», que te contesten «Todo en orden» y que todo, de repente, vaya un poquito mejor. Porque, en pocos sitios te preguntan «¿Lo de siempre?» y con seguridad respondes que sí con la confianza de que acertarán. Porque ellos hacen de cada bar, un lugar único.
Por todo ello, volveremos para apreciar nuestros bares.