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Leyendas de coctelería: la historia secreta del Negroni, el Dry Martini y el Tom Collins

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Detrás de cada cóctel icónico hay una historia que merece un brindis. Y aunque las modas cambian y los tragos van y vienen, hay tres clásicos que siempre están: el Negroni, el Dry Martini y el Tom Collins. Tres leyendas que llevan más de un siglo resistiendo modas, hashtags y siropes fluorescentes.

Gin MG, que también sabe lo que es mantenerse fiel a sí misma desde 1940, rinde homenaje a esos cócteles que nunca pasan de moda. Los que no necesitan humo ni flores para ser especiales. Solo ingredientes de calidad (como una buena ginebra), buena compañía y un toque de historia.

Negroni: el conde que quería algo más fuerte

Cuenta la leyenda que, a principios del siglo XX, el Conde Camillo Negroni entró al Caffè Casoni de Florencia con una petición clara: “Lo de siempre… pero súbelo de nivel”. El barman, Fosco Scarselli, le cambió el agua con gas por ginebra. Y así, por pura ansia y un poco de genialidad, nació el Negroni. Tres partes iguales de ginebra, bitter y vermut dulce que equilibran lo amargo, lo dulce y lo potente con la elegancia de quien no sabe pedir algo suave.

Dry Martini: el misterio más sofisticado del bar

El Dry Martini tiene más teorías que aceitunas lleva la copa. Algunos dicen que nació en Martínez, California, cuando un minero eufórico pidió una copa para celebrar su golpe de suerte. Otros lo sitúan en Nueva York, donde un barman del Knickerbocker Hotel, de nombre, ojo, Martini di Arma di Taggia, decidió mezclar ginebra y vermut seco y crear historia.

Lo cierto es que su fama se consolidó con la alta sociedad y la cultura pop: James Bond, Winston Churchill o Hemingway lo convirtieron en símbolo de sofisticación. La receta más clásica es sencilla: ginebra, vermut seco y una aceituna. Pero el ritual es casi sagrado. Y aunque Bond lo pidiera “agitado, no revuelto”, los puristas saben que este cóctel, como la vida, se disfruta mejor sin marear demasiado.

Tom Collins: la broma que se volvió cóctel

A veces, una buena historia empieza con una broma. En 1874, en Nueva York, alguien inventó un chiste que se hizo viral (sí, en el siglo XIX): “¿Has visto a Tom Collins? Está en el bar de la esquina hablando mal de ti”. La gente corría al bar buscando al tal Collins, y el barman (con más ingenio que mala leche) servía una copa y decía: “Aquí lo tienes”.

Así nació el Tom Collins, mezcla de ginebra, zumo de limón, azúcar y soda, tan refrescante como su historia. Una anécdota que demuestra que los mejores planes y los mejores cócteles suelen empezar sin plan.

Un brindis por lo que no pasa de moda

Negroni, Dry Martini y Tom Collins tienen una cosa en común: se han mantenido fieles a sí mismos. Y eso es algo que Gin MG entiende bien. Desde 1940, la marca defiende los clásicos sin filtros ni florituras. Porque lo auténtico nunca necesita reinventarse, solo servirse bien.

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